Sea por presencia, sea por ausencia, la menstruación forma parte de la vida femenina como una segunda piel. No sucede de vez en cuando -salvo problemas médicos-, sino que es una co
Sea por presencia, sea por ausencia, la menstruación forma parte de la vida femenina como una segunda piel. No sucede de vez en cuando -salvo problemas médicos-, sino que es una constante con una periodicidad -a veces matemática, otras no- que imprime, en cada mujer, la posibilidad de la concepción y de la continuidad humana. Lo dice un ‘superhéroe’ que viste de rojo: «Un gran poder conlleva una gran responsabilidad».
En el caso de la herida cíclica de la mujer, la tarea comienza «a los 12,5 años, tras una serie de procesos que estimulan una glándula del hipotálamo que activa la hipófisis que, a su vez, produce las sustancias que actúan sobre los ovarios y las glándulas suprarrenales», explica Inés Hidalgo, presidenta de la Sociedad Española de Medicina de la Adolescencia. «Estos órganos comienzan a producir hormonas, que son las responsables de la salida del vello en las axilas y el pubis y del desarrollo de las mamas; al final de esta etapa de cambios, tiene lugar la menarquia [primera menstruación] y se activa el mecanismo que permite a las mujeres ser madres».
«La menstruación, en condiciones normales, es un signo de salud, de buen funcionamiento del esquema anatómico y sexual», señala en conversación con EL MUNDO Modesto Rey, ginecólogo del Hospital Universitario de Burgos y responsable de relaciones institucionales de la Sociedad Española de Contracepción. Tanto es así que, en situaciones en las que la mujer padece un importante trastorno de salud, la regla les desaparece: los trastornos alimenticios son uno de los ejemplos más conocidos. Cuando una mujer padece anorexia o bulimia, no tiene la menstruación porque el cuerpo no puede permitirse semejante sobre esfuerzo: «El organismo gasta en función de lo que tiene, y si una mujer no se está nutriendo adecuadamente, el cuerpo decidirá prescindir de algo que consume mucha energía, como es poner en marcha todo el mecanismo que te prepara para un embarazo», explica Rey.
Explicar hoy la menstruación exige, sin embargo, no quedarse en su narración médica y añadir una letra c a la palabra y decir menstruacción porque, según datos de Wash United, la organización berlinesa que está detrás del Día de la Higiene Menstrual (28 de mayo), «en India, un 66% de las chicas no puede acceder a un baño y, en Burkina Faso, un 83% de las niñas no tiene donde cambiarse el tampón o la compresa en el colegio, al igual que el 77% de las jóvenes en Níger»; unos datos que fomentan «el absentismo escolar» porque «la ausencia de higiene menstrual aumenta el estigma y la falta de información provoca estrés, vergüenza y exclusión social».
En palabras de Murat Sahin, consejero de Unicef para el programa Wash in Schools (Lavarse en el colegio), «las estudiantes que menstrúan, y sus profesoras, tienen necesidades únicas en lo que respecta al agua, el saneamiento y la higiene». «Sabemos que los tabúes sobre la menstruación se identifican en las escuelas mundialmente. Ahora trabajamos en el desarrollo de herramientas en 14 países, Afganistán, Bolivia, Burkina Faso, Eritrea, Ghana, India, Indonesia, Kyrgystan, Mongolia, Nepal, Níger, Nigeria, Pakistán y Zambia, pero la gestión de la salud menstrual (Menstrual Health Management o MHM) no se limita a estos país ni a ninguna región», advierte.
Dhirendra Pratap Singh, que trabaja con 6.000 chicas de 25 escuelas en el distrito indio de Balrampur -uno de los más desfavorecidos del país-, con el apoyo de Unicef, sostiene que «uno no puede acercarse al MHM sin abordar los tabúes culturales, los mitos y los conceptos erróneos que desafían la propia gestión de la menstruación». «Tampoco se puede ser claramente despectivo respecto a algunas creencias cuando se está trabajando con estas comunidades, por eso es imprescindible comprender las distintas escuelas de pensamiento que proporcionan explicaciones posibles para la evolución de estas creencias, y luego, razonar con el interlocutor e impulsar el debate sobre la perpetuación de tales creencias, que bajo el pretexto de la tradición, perduran en el tiempo», añade.
MHM son unas siglas fundamentales para la Sociedad para la Investigación del Ciclo Menstrual, una organización que comenzó a trabajar en pro de la visibilidad de la menstruación hace 40 años y que, cuando comenzó este mes de junio, estaba celebrando su vigésimo primer congreso en la Universidad de Suffolk (Boston), donde «más de 200 investigadores, artistas y activistas, desde 27 países y seis continentes» insistieron en «que el tabú menstrual deje de silenciar el diálogo productivo».
Lo apunta Chris Bole, profesora asociada de Estudios Femeninos y de Género de la Universidad de Massachusetts, en Boston (Estados Unidos), y presidenta de la Sociedad para la Investigación del Ciclo Menstrual. «Cuando se establece la conexión menstrual con la pobreza, la educación, la equidad de género, la salud, la justicia reproductiva, los derechos humanos y el desarrollo, la gente está más dispuesta a escuchar», reconoce.
En su última edición, el congreso que Bole representa prestó atención a los adelantos en visibilidad menstrual que consiguen tanto la poesía como el arte. Una de sus ponentes estrella fue la estadounidense Jen Lewis, que se define como artista conceptual y diseñadora menstrual y a quien pertenecen la obra bajo este párrafo. Responsable de la web Beauty in Blood (Belleza en Sangre), Lewis «se rebela contra las normas culturales en torno a la menstruación».
Arte menstrual de la artista Jen Lewis
«Como mujeres, podemos dejar de sufrir en silencio y hablar en voz alta sobre nuestros ciclos menstruales, podemos dejar de ocultar nuestros productos menstruales y llevarlos con confianza al baño, podemos criticar los aspectos negativos de los productos desechables, como los tampones, que contienen químicos dañinos, podemos romper el discurso histórico y social negativo a través de las artes visuales», propone.
‘The Period Piece’ es la serie de obras de la artista, radicada en Hawái, Lani Beloso, para quien su elaboración fue «un viaje personal catártico». «Se me había dicho siempre, mientras crecía, que no debía hablar de la menstruación, pero me molestaba la idea de guardar silencio cuando se trata de un proceso natural. ¿Por qué no puedo hablar del dolor ? Cuando la gente ve mi arte lo ve a menudo influida por percepciones previas y por verlo de repente sobre la mesa; se ve en sus caras que se enfrentan a sus propias reacciones viscerales».
Otra opción artística es la que promueve la persona que está detrás de The Hidden Blood (sangre escondida), que se llama Alex y ha puesto en marcha un cómic colaborativo centrado en la menstruación: «Las cosas positivas asociadas a la menstruación a menudo se ignoran, muchas mujeres tienen un mayor impulso sexual mientras están premenstruales, y menstruar conduce a un mejor sexo, y los orgamos alivian los dolores menstruales», incide.
Un activismo distinto, pero hermanado al de Lewis y Beloso, es el que ejerce Lola Pérez, conocida en redes sociales como Doctora Glas, la joven de la imagen de abajo. Un día del año pasado recordó la frase de la feminista Germaine Greer: «Si no has probado tu sangre menstrual, aún te queda un largo camino por recorrer, cariño».
Sesión de fotos de la feminista Lola Pérez
MARÍA HACHE
Se le ocurrió hacerse un selfie -y compartirlo- mordiendo un tampón, «pero no un tampón cualquiera, sino un tampón con mi sangre menstrual, se trataba de que la gente se preguntara: ¿Por qué prueba su sangre menstrual? ¿Por qué no la he probado yo? ¿Por qué he probado la sangre de una herida y, en cambio, no lo he hecho con mi sangre menstrual? No quise romantizar la menstruación sino incomodar, ¿qué sentido tiene visibilizar sin cuestionarse a una misma y al resto?». Como respuesta, obtuvo un cúmulo de reflexiones y también algunas amenazas.
«Fue curioso, me recriminaban que hiciera eso en un lugar público y no en uno privado, y lo acompañaban de insultos: das asco, puta, zorra, guarra, feminazi», recuerda esta feminista pro sex para quien «no hace falta irse a India para toparnos con tabúes» respecto a la menstruación. «Mantenemos falsas creencias asociadas, que es malo masturbarse o tener relaciones sexuales, que si haces mayonesa ésta no saldrá bien -se cortará- o que hace mal ducharse cuando menstrúas», enumera.
La menstruación es sangre pero no la misma sangre que brota de cualquier corte. Según Jackie Calleja, ginecólogo del Hospital Universitario Quirón de Madrid, «es la mucosa endometrial, compuesta por células y glándulas, lo que expulsan las mujeres cuando tienen la regla, la capa más interna del útero».
Este desprendimiento uterino puede provocar dolor. «Supone la descamación del endometrio [membrana mucosa que recubre la cavidad del útero] en forma de hemorragia. Para que esto ocurra, se producen pequeñas contracciones en el útero, mediadas por unas sustancias denominadas prostaglandinas. El dolor que nota la mujer es el de esas contracciones», amplía Calleja. Son las mismas contracciones que se producen durante el parto, sólo que aquí no se expulsa un bebé, sólo sangre y mucosas.
Es la sangre en sí, de hecho, la razón de que «los hombres pongan cara de asco cuando la menstruación es de alguna manera visible», aunque sólo sea de palabra. Esta idea la sostiene David Linton, profesor de Comunicación y Arte en el Marymount Manhattan College en Nueva York, donde enseña el curso La construcción social de la menstruación, y que estuvo también presente en el congreso de la Sociedad para la Investigación del Ciclo Menstrual.
«Todo proviene del significado de la sangre, que, para el hombre, desde las cavernas, su pérdida es siempre terrible, pues supone un signo de muerte inminente. Para los hombres, sangrar está relacionado con no tener un cuerpo sano, cuando para las mujeres es justo lo contrario; las mujeres sanas menstrúan regularmente, los hombres no. El rechazo torna en miedo cuando aparece la envidia y se dan cuenta de que se trata de una cualidad mágica y sólo femenina», reflexiona Linton.
Son ese miedo, ese rechazo y ese silencio sobre los que también habla Erika Irusta, autora del proyecto web El Camino Rubí, donde se leen alegatos como «tienes razón, no estás loca, eres cíclica». Escritura y pensamiento puestos al servicio de la visibilidad menstrual. «Creemos que la menstruación está superada pero esa necesidad evidencia la realidad simbólica, el tabú. Nadie habla de superar el proceso digestivo, ¿verdad? No sólo los hombres manifiestan su rechazo, también más mujeres de las que nos gustaría reconocer», dice.
Apunta Maje Girona, presidenta de la Federación de Mujeres Jóvenes, que «la menstruación es un concepto ligado al malestar». Ultima una tesis doctoral sobre los malestares de la mujer (menstruación, menopausia y problemas alimentarios), enfermera y antropóloga, está a punto de culminarla en la Universidad de Berkeley, en California.
«El tabú de la menstruación es una violencia, porque no te permite expresar cómo te sientes. Tenemos derecho a cuidarnos porque estamos en un momento especial. Si cuando menstrúas no tienes estrés laboral, te medicas menos; hay que cambiar el punto de vista social y cuidar nuestro cuerpo de forma más sana, sin recurrir al ibuprofeno; así sólo se tapa, no se sana. Hasta en China tienen una especie de baja laboral cuando las mujeres menstrúan», advierte.
Hasta hace 10 años, en los grandes almacenes más conocidos de España se «permitía faltar un día si se aludía estar indispuesta», cuentan sus empleadas, hasta que se retiró la posibilidad «porque se abusaba de ella». Existen sin embargo mujeres que estructuran su ciclo menstrual de forma que, el primer día, puedan estar recogidas. Es el caso de Lola Padilla, que entiende «la menstruación como un acto de encuentro con un nuevo mes» y prefiere «pasar un día en soledad porque, así, se une a su cuerpo en la limpieza». «Es mi puesta a cero, para mí no ir a trabajar en el primer día de regla es una forma de empoderamiento», reta.
Para el profesor Arpan Yagnik, que investiga sobre la menstruación hace seis años -en la actualidad en la Universidad de Pennsylvania- porque «le interesa su conexión con la salud, la educación y las opciones profesionales de las mujeres así como su figura frente al desarrollo profesional, el empoderamiento y la igualdad», los mitos sobre la menstruación son muchos: «Las mujeres se vuelven histéricas, actuán como locas, son improductivas…». Y se manifiesta: «Estos clichés se deben, principalmente, a la falta de comprensión y conocimiento exacto sobre la menstruación, y también se deben al tabú que rodea la menstruación, o a su estigmatización. Quizá tuvieron algún sentido en tiempos pretéritos pero, desde luego, no ahora; son anacrónicos».
También cree que la «menstruación se ha usado como excusa para negar derechos sociales y económicos a las mujeres» y que, en relación al desarrollo laboral, debería verse, únicamente, «como otro fenómeno físico, como la respiración o la digestión porque, pese a su naturaleza, a menudo las mujeres sufren penalizaciones por menstruar, cuando la menstruación no tiene por qué afectar las relaciones laborales, las responsabilidades, las promociones, los incentivos y las oportunidades en general».
Otro asunto es el de las menstruaciones artificiales, esto es, el periodo que tienen las mujeres que toman anticonceptivos hormonales, que bloquean las hormonas que estimulan la ovulación y cuyo periodo, sin embargo, viene rigurosamente cada 28 días. Es en la semana de descanso del anticonceptivo cuando «hay un descenso repentino de las hormonas y, al bajar las hormonas, viene la regla», apunta Modesto Rey, ginecólogo del Hospital Universitario de Burgos. Pero son irreales. Explica Enriqueta Barranco, profesora de Ginecología de la Universidad de Granada, que «al principio de la píldora anticonceptiva, ésa se rechazaba si no tenían la regla», por lo que los investigadores «se estuvieron rompiendo la cabeza hasta encontrar una forma de que las mujeres sangraran todos los meses».
Rey cree que la decisión de provocar una regla artificial se tomó «para evitar críticas sobre que los científicos estaban eliminando la menstruación de las mujeres». No obstante, según explican los expertos, tales críticas no habrían sido justas, porque, dado que la mujer no está ovulando, no necesita tener la regla: «Puedes pasarte años sin sangrar y eso no es ni bueno ni malo», sostiene Barranco. Pasadas ya varias décadas desde que la anticoncepción hormonal llegó a nuestras vidas, «la cultura de la amenorrea [ausencia de menstruación] irá creciendo, porque las mujeres van a ver que no hay ninguna complicación porque no haya una regla, ya que no hay endometrio que descamar», opina Rey. .
La anticoncepción hormonal es usada recurrentemente para regular la periodicidad en los ciclos de las mujeres. Sin embargo, Barranco se muestra contraria a esta práctica: «basándonos en que teníamos que tener ciclos cada 28 días, las mujeres hemos sido sometidas a una medicalización excesiva», dice esta ginecóloga, quien defiende que hay diferentes mujeres, y por tanto, diferentes reglas. «Si no sangras cada 28 días, pues sangras cada 40, y ése es su ciclo», sostiene.
«Menstruar con dignidad», exclama el investigador Calum Wilson-Smith, presente en las últimas jornadas de la Sociedad para la Investigación del Ciclo Menstrual, al igual que Emily Wilson-Smith, también investigadora, que presentó allí su investigación -a punto de publicarse- La gestión de la higiene menstrual y el sistema de de derechos humanos internacional, un ciclo vicioso de silencio. Según este informe, que las mujeres no puedan hablar de su herida «afecta a su vida sin importar el país».
«Cada persona que menstrúa tiene derecho a tener todo el conocimiento y todo el material que le asegure que va a menstruar con dignidad. La menstruación necesita ser considerada como un derecho debido al al impacto que tiene en la salud, la educación, el empleo y la no discriminación por función de género», reclaman.
Fuente: El Mundo